Otras narraciones Independientes

Más abajo tienes un VÍDEO con extractos del contenido

fundidos en una bellísima música y en hermosas imágenes


La historia, fotografía e imágenes y el correspondiente vídeo han sido creados por María José Moreno

Forma parte de un conjunto de Narraciones Independientes las unas de las otras

La música del Vídeo pertenece al espléndido compositor Juan Carlos García

 

Allí todos acaban asumiendo lo que en el fondo saben: el Mundo Perfecto hacia el que caminamos lo realizamos desde nuestro interior. 


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El País de la Mente 


     Acaecía una vez que un Reino, al que llamaban coloquialmente ´El País de la Mente` y que existía desde tiempo inmemorial, apenas era conocido más que por las personas que en él moraban.  

    Aunque continuamente se escuchaban relatos sobre su autenticidad, la mayoría de la gente no los creía; e incluso muchos se reían del que prestaba oído a lo que ellos consideraban sólo una leyenda más. Se contaba que aquél que allí viviera podría lograr siempre cuanto necesitara en su vida; y también se decía que para llegar a él bastaba con confiar plenamente en su existencia y, desde luego, desearlo.  

       ¡Ah!, pero resulta que esa historia… era verdad. ¡Y tanto que sí!  

      Ubicado entre grandes montañas escarpadas, se alzaba sobre una maravillosa planicie tan amplia y basta que no se alcanzaba a ver sus límites.  

    El clima era excepcionalmente benigno, y la Luz irradiaba visible desde el mismo núcleo de cuanto allí anidaba. 

    En ese encantador lugar todo parecía ser lo que debía ser en cada momento: las personas se revelaban amables en el trato, comprensivas, decididas, alegres, confiadas, sanas… felices; los parajes resplandecían por el verde de sus campos y la variada floresta; el frescor del aire y del agua, tanto de los ríos como de las pródigas fuentes que lo poblaban, poseía un dinamismo altamente vivificador. 

     Crecían flores y plantas vigorosas y de brillantes colores, y sus frutos se ofrecían tan jugosos y apetecibles que eran el único sustento aparente para los habitantes… Aparente, desde luego, porque la verdadera Vitalidad la obtenían del Sol, esa Luz que todo inundaba y que también latía en sus propios corazones.  

   Continuamente llegaban a él nuevos buscadores con distinto grado de entusiasmo o disposición, y de tan variada situación y carácter, que nunca se podía saber si acabarían quedándose o no. No obstante, siempre eran acogidos con gran solicitud y optimismo.   

     Para convertirse realmente en súbdito de ese Reino se necesitaba un período de adaptación cuya duración dependía de la actitud y madurez del nuevo residente. Se trataba de aprender a utilizar una serie de pautas en las cuales eran instruidos a diario.  

 

  Curiosamente, la edad física no era un factor determinante. Había quien campaba a sus anchas desde el primer momento, sintiendo que las premisas que allí regían formaban parte de su ser.  

       Pero no siempre sucedía así…   

      Aunque en los primeros días todo solía deslizarse sobre ruedas, en bastantes ocasiones la situación cambiaba, y al poco comenzaban a sentirse confundidos, algunos incluso desdichados; el nuevo hogar les decepcionaba porque parecía multiplicar los obstáculos en numerosos aspectos de su vida.   

      Esto era el resultado directo de la falta de pericia a la hora de aplicar unas Leyes que hasta entonces desconocían. Sin embargo, tras un tiempo de pruebas autogeneradas, y con la amorosa ayuda de los más veteranos, casi todos lograban comprenderlas y asumirlas, mejorando así su aspecto y entorno inmediato, e incrementando con su propio progreso la belleza y  la paz características del Reino.  

 

    Tal era el caso de determinadas personas que recién llegadas aceptaban con algarabía la Enseñanza dada, pero a las que más tarde abrumaba.  

      La máxima de que ´aquello que sostienes habitualmente en tus pensamientos y sentimientos va modelando tu mundo, lo que te convierte en el creador de tu propia vida`, al principio abría en ellos un horizonte de libertad que les proporcionaba seguridad y confianza.   

       Sin embargo, su insuficiencia para establecer un correcto control interno acarreaba resultados dudosos, sumiéndoles en una agobiante ansiedad: mientras que por una parte procuraban generar pensamientos hermosos y constructivos, por otra su atención quedaba prendida en el temor a que eso pudiera no darse. Dudaban de su capacidad, y dudaban incluso de la firmeza de la Ley. No se percataban de que ese fuerte sentimiento atraía precisamente aquello que temían.    

     En estos casos siempre eran asistidos por convecinos que, por compasión, y recordando muchos sus propias experiencias, acudían prestos a ayudar.

    Les enseñaban a confiar en los Principios que gobernaban, no sólo ese País, sino todo el Universo.  

     - «A diferencia del lugar de donde procedéis», les decían, «aquí habitan los que conocen estos Principios y los practican. Esta Comprensión trae libertad, porque nos otorga la responsabilidad de lo que nos ocurre; creamos con nuestros actos, con cada palabra que usamos, con el clima emocional y mental que generamos, aceptamos y mantenemos».   

     Con sus palabras, radiación y ejemplo, les hacían entender la importancia de sostener la atención SOLAMENTE en aquello que desearan ver manifestado.  

      Igualmente les iniciaban en otros aspectos de la Ley que daban forma y sentido a muchos interrogantes largamente cobijados allá en donde venían.    

     Y aludían muy especialmente a la Realidad tangible de que existe una ÚNICA LUZ que todo baña y nutre, y que nos hermana.  

 

    También les aclaraban que no todos los que iban lograban quedarse desde el principio. Para algunos no era el momento apropiado; aunque esto ya estaba contemplado en el diseño funcional de tan notable territorio. 

    - «En realidad», les decían, «después de estar aquí casi nadie quiere irse, y a veces se trasladan transitoriamente a una población que  ellos mismos han ido erigiendo más allá de los límites de nuestro País, recreando  en cada caso el tipo de vida de donde vinieron 

    »Sin embargo, sustentamos para estas personas un servicio de autobuses diario que les trae a este lugar, de modo que puedan permanecer en contacto e ir adoptando más lentamente estas normas tan novedosas para ellos; siempre con la condición de que  cada noche retornen a sus casas para dormir.  

     »Otra condición es que durante las visitas deberán ser acompañados en todo momento por voluntarios de nuestro País.  

    »La mayoría continúan viniendo, hasta que con el tiempo acaban deseando establecerse de nuevo aquí, y entonces se les recibe con la misma alegría que la primera vez. Algunos rechazan estas visitas y permanecen indecisos, cobijados en las lindes, hasta optar finalmente, bien por visitarnos, o bien por regresar a sus países de origen. Igualmente los hay que desde el principio se marchan y han de pasar muchas décadas, o incluso vidas, antes de que se animen a regresar».  

     

    Éstas y otras nociones iban permeando la conciencia de los recién llegados que, gracias a la atención recibida y a la constatación de sus propias experiencias, acababan por  COMPRENDER y ACEPTAR que ellos mismos eran los artífices de su mundo, y que sólo a través del control amoroso y sostenido de sus creaciones mentales y emocionales podían llegar a formar parte de un Gran Plan donde sólo existe la Verdad y el Bien.    

     El País de la Mente se fue extendiendo…, y extendiendo…, y extendiendo…, acogiendo a todo aquél que sentía esa inquietud.

    Y aún hoy día podemos ver la incesante afluencia de nuevas personas; de individuos que buscan mejorar con su aportación el mundo que conocen, acercándose a la asunción del MUNDO QUE HA DE SER.    


FIN

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