Otras narraciones Independientes

Más abajo tienes un VÍDEO con extractos del contenido

fundidos en una bellísima música y en hermosas imágenes


La historia, fotografía e imágenes y el correspondiente vídeo han sido creados por María José Moreno

Forma parte de un conjunto de Narraciones Independientes las unas de las otras

La música del Vídeo pertenece al espléndido compositor Juan Carlos García

 

Había una vez una pequeña gota de agua que no sabía nadar. Sus vivas ganas de saber y el encuentro con Claridad le llevaron a atreverse más…


***

La gota de agua  

 

    Había una vez una pequeña gota de agua que no sabía nadar. 

 

    Era un día de primavera, con Sol y a la vez presagios de una tormenta inminente. Cada vez que  sentía el sonido de un trueno, su corazón se encogía y se ponía a temblar.  

     — « ¡Caramba!, ¡qué ruido!», y se concentraba en otra cosa. Tenía un carácter tan imaginativo, que le resultaba muy sencillo hacerlo.     

    Se llamaba Perlita, y vivía en el canalón que recibía el agua de la azotea de una gran casa.  

    Hasta muy pocas horas antes, habitaba en el tejado junto a otras muchas gotas de agua; pero, como se había deslizado muy pronto hacia dicho conducto, pensaba que siempre había vivido en él. 

    En realidad, todos sus recuerdos se limitaban a los últimos momentos de ese mismo día; porque tenemos que aclarar que la vida de las gotas de agua es muy, muy cortita en comparación con la nuestra. Sin embargo, para ellas es lo normal.   

    Perlita era muy silenciosa y le gustaba escuchar aquí y allá las conversaciones de otras gotas de agua más mayores y más sabias. Cuando descubrió que venían del tejado de una casa, aunque no sabía qué significaba esa palabra, rápidamente fue a contárselo a su mejor amiga.  

    — «Maya, Maya, ¿sabes de dónde venimos?, ¿lo sabes? ¡Yo sí!».

    — «Pues claro que lo sé, venimos de este canalón ¿De dónde vamos a venir si no?».

   — «Sí, ahora estamos aquí; pero antes de eso…».

   — «Antes de eso no hay nada. ¿Por qué dices esas cosas tan raras?».   

    A su amiga no le interesaba en absoluto. Sólo deseaba mostrar a sus compañeras los bonitos reflejos que había aprendido a lucir en los últimos minutos. 

    Perlita estaba acostumbrada al desinterés de sus compañeras y no le extrañó la respuesta. 

    Pero no podía dejar de pensar que si antes de sus recuerdos ya había vivido en ese tejado, seguramente que mucho antes también habría estado en otros lugares, y que después le tocaría visitar otros tantos… ¡Quién sabe…!   

    — « ¿Por qué estamos aquí? ¿Hacia dónde vamos? ¡Ah! ¿Quién podría responderme?». 

    De algún modo sabía que ninguna de las gotas que ella conocía iba a poder contestarle.   

    Ahora llevaba un ratito entretenida aprendiendo a reflejar un rayito de luz; miraba el cielo para girarse en la dirección adecuada y poder tocar uno de los hilillos dorados que llegaban desde él. 

    Haciendo esto, notó cómo uno de ellos se volvía más resplandeciente. Al principio, aturdida, desvió la mirada; pero sintió aflorar el exquisito timbre de una Voz y enseguida comprendió que le estaba hablando. Acostumbrada a la cháchara bulliciosa de sus compañeras de tejado, le sorprendió y agradó Su bello tono, y se volvió a mirarlo.   

    — « ¡Hola, linda gotita! ¿Me has llamado?», preguntó la misma Voz.  

    Un tanto sobresaltada, descubrió que se había formado una delicada Gota tan brillante que parecía Radiar infinitos colores.

    — «Yo… pues… creo que no», respondió sin dejar de mirarla. Sentía que deseaba que nunca se fuera de su lado. « ¿Quién eres?». 

    — «Me llamo Claridad, y sé que a menudo deseas saber más cosas. He venido a ayudarte a comprenderlas». Y Su sonrisa disipó rápidamente la timidez de Perlita.  

    — « ¿Tú no vienes del tejado?». En realidad nuestra gotita creía que venía del Cielo.   

    —  «No. Yo he venido con el Sol».

    La bella Gota continuó con dulzura:  

    — «También tú y todas las demás gotitas nacisteis realmente allí hace muchísimo tiempo; pero estabais tan apretadas que no podíais distinguir quién era una y quién la otra, y por eso ninguna lo recordáis».  

    Ahora la distinguida Gota le señaló en el horizonte el hermoso Arcoíris que se estaba formando en ese preciso instante.  

    Nuestra amiguita lo miró prendada y, de pronto, se vio transportada hasta el mismísimo nacimiento de tan fastuosa cascada de color, iniciando allí un vertiginoso deslizamiento por ella.

   Bajaba tan deprisa, que apenas le daba tiempo a pensar qué le había ocurrido.  

    — « ¡Guauuuuu!.... ¡ahhhh!...». Sentía un cosquilleo que a la vez le daba miedo y euforia. Iba tan, tan rápido, que todo quedaba fuera de su control. 

     Y de pronto, sin saber cómo, se encontró de nuevo en el canalón hablando con su luminosa Amiga.  

    — « ¿Qué ha pasado?».    

   — «Has podido presenciar de dónde vienes y cómo has llegado a ser una gotita de agua».  

    Y Perlita comprendió que la visión había sido en realidad un recuerdo.  

    — «Ahora te voy a enseñar para qué has venido». 

    Claridad le señaló el agua corriendo por el canal hasta desaguar  por una tubería que llegaba al suelo de la calle.

    — « ¿Ves a todas tus compañeras correr por este canal? Pues tú también tendrás que hacerlo, y para ello aprenderás a nadar. 

    »Y cuando llegues al césped que te espera en la calle, podrás saciar la sed de las plantas o refrescar un trocito de piedra.

»Después, de nuevo tornarás a la Luz multicolor que te ha traído».  

    — « ¡¡¡Volveré al Arcoíris!!!». Creía que, ahora que sabía lo que pasaba, sería mucho más divertido y útil deslizarse por él porque seguro que también allí tendría mucho que ofrecer.  

     — «Harás ese viaje muchas, muchas veces; y cada vez que vengas y desciendas a otro tejado, a un lago, a un paraguas, a una flor o a cualquier otra parte de la Tierra, aprenderás cosas nuevas y conocerás muchas formas de Servir.  

    »Venimos del Sol y volvemos a Él. Tú aprenderás aquí y en el Arcoíris; y tus viajes acabarán cuando por fin retornes al Hogar, de nuevo al Sol».  

    — «Ahora sí podré ayudar a Maya a comprender…», exclamó esperanzada.  

    — «Quizás Maya no quiera saber porque aún no esté preparada. Pero conocerás a otras gotitas que sí lo estarán, y aprenderéis unas de otras y todo será más interesante».   

   Claridad la contemplaba con intenso Amor y, por Su semblante, Perlita supo que se estaba despidiendo de ella.   

    La miró profundamente agradecida y se despidió en silencio mientras La veía partir. Regresaba al Sol para seguir Contribuyendo con Su eterno Servicio. Un día se volverían a encontrar, y hasta entonces le quedaba mucho por aprender.  


    Con resuelto ademán, Perlita observó el cauce del canalón y, valientemente, se zambulló confiada en él, dejándose llevar por su fresca y atrevida fuerza.   


FIN