Otras narraciones Independientes

Más abajo tienes un VÍDEO con extractos del contenido

fundidos en una bellísima música y en hermosas imágenes


La historia, fotografía e imágenes y el correspondiente vídeo han sido creados por María José Moreno

Forma parte de un conjunto de Narraciones Independientes las unas de las otras

La música del Vídeo pertenece al espléndido compositor Juan Carlos García

 

En Mont Saint Michel, Michelle tiene su hogar y su vida, que ahora desea compartir con su primo Pablo venido desde España.


***

Mont Saint Michel 


      - « ¡Michelle, Michelle!». Su madre la llama repetidamente desde la cocina. « ¡Esta chiquilla siempre en las nubes! ¡Teléfonooooo!».  

 

    A Michelle le gusta jugar, pintar… Le gusta mirar las nubes y el sol; mirar el opalino cielo o las ocasiones en que éste se ve gris; y respirar cada noche el azul profundo de la bóveda celeste que cobija su isla y su hogar, ofrendando, cuando aparece despejada, la rutilante Luz de las Estrellas.  

   También le gusta serpentear por las cambiantes arenas que circundan el especial islote en donde vive y deambular por las praderas.   

     Situada en la Francia Normanda, desde muy pequeña ha aprendido a respetar y admirar este bellísimo promontorio rocoso que se alza en medio de una marisma tan cambiante en base a las lluvias y al flujo de las mareas.  

     Su potencial peligro no asusta a Michelle, que sabe en lo más hondo de su ser cuándo y cómo ha de conducirse; se podría decir que lleva dentro de sí un sentido “extra” que la liga inexplicablemente al lugar y a sus particularidades. Sus padres lo comprenden, y por eso tiene su permiso para ir sola a corretear por todos los alrededores.  

      - «Es tu primo»; y la madre, una mujer vivaz y poco dada a la paciencia, la deja al aparato mientras se aleja canturreando.

    - «Pablo, ¿cuándo vienes? Creí que ya no llamabas». Está impaciente. A la mañana siguiente el niño vuelve a su país, y ella quiere hacer de hoy un día muy especial.

    - «No, no. La tía me ha entretenido, pero ya voy para allá. ¿Me esperas donde siempre?». 

    - «Claro que sí; si no, te podrías liar». Y Michelle sonríe cariñosamente.   

    Con un breve ´adiós`, la muchacha sale de casa. 

    Su familia ya está acostumbrada a sus largas ausencias durante las vacaciones, y mucho más ahora que ha venido el primo a visitarla desde España. La madre ya no pregunta; incluso se ha resignado a guardar su comida cuando no llega a tiempo, dejando que ella misma se la caliente cuando vuelve sea cual sea la hora en que lo haga. Se dice a sí misma que aproveche ahora que no tiene colegio, porque sabe que durante todo el curso escolar su hija es una brillante y concienzuda estudiante, siempre interesada en saber más y más sin escatimar esfuerzos.   


    En el sitio acostumbrado se encuentran los dos niños. Pablo da saltitos intentando entrar en calor, pero Michelle viene fresca y sonriente, como si las bajas temperaturas y el suelo escarchado no hicieran mella en ella.  

   Cuando la ve acercarse siente, como siempre que está a su lado, una intensa necesidad de explorar los alrededores, de investigar la fuerza oculta detrás de cada rincón o espacio que ella le muestra… Un aura mágica de expectativa, a la vez que de paz, envuelve todas sus salidas.  

 

    Al igual que los demás días desde que están juntos, salen de la isla y  recorren los arenales sorteando los espacios más arriesgados.   

      - «Anoche soñé con Aubert», le dice el niño mientras caminan con sumo cuidado. «Estaba buscando el toro para fundar el templo».  

    Se refería al Obispo que antaño, por el siglo VIII, levantó el primer Santuario dedicado al Arcángel Miguel a instancias del mismísimo Arcángel. Éste se le apareció repetidamente en sueños, hasta que el monje pudo por fin creer en la visión y se puso manos a la obra.

   La señal de dónde debía ubicarse vendría determinada por la posición de un toro que estaba amarrado y había sido robado. El emplazamiento del resto debía coincidir con el espacio pisado por el mismo, visible gracias a las huellas marcadas en el rocío.

    El toro había de ser devuelto a su legítimo dueño, y las obras para su construcción puestas en marcha.    

      - « ¿Y lo encontró?». Michelle, sonriente, mira cómo su primo se encoge de hombros.  

      Los dos ríen con ganas. Se sienten felices, y el frío de la mañana, unido a la alegría de compartir una aventura, se asoma en el brillo de sus ojos y en el vivo color rosado de la nariz.  

   - «Desde entonces», le explica ahora Michelle, «el Oratorio ha sido reconstruido tantas veces que apenas si es reconocible; pero el Arcángel Miguel sigue aquí de un modo tan especial que, de alguna manera, lo hace inalterable».

     Alza la cabeza y contempla con adoración la espigada silueta de la Abadía. Entusiasmada, señala hacia el punto más alto y céntrico del Monte:

    - « ¿Ves allá arriba? Dentro, en el suelo de una de las criptas, la del este, se encuentra el regalo del que te hablé».    

   Vuelven a tierra firme y se dirigen hacia la cumbre por ´Le Grand Degré`, ascendiendo por ´Le Gouffre`.

    - «Ven, tenemos que subir estas escaleras; seguro que ya han abierto las puertas».  

    Ambos muchachos suben a la carrera y llegan exhaustos a la cúspide del peñasco.  

    Una vista de indescriptible hermosura se abre en torno a la isla. 

      La bahía muestra a esas horas de la mañana la inmaculada seducción de la mar y de la tierra en una simbiótica danza de espectacular belleza.

 

    Tras recuperar el aliento y saludar a un vigilante amigo de la familia que siempre les deja pasar, entran decididos a la Abadía.  

 

    Por última vez Pablo admira embelesado la majestuosidad del crucero, la delicadeza del claustro, la suave acogida del refectorio, y va recorriendo las diversas estancias que en estos días su prima le ha ido mostrando.    

     Cuando llegan a la cripta, se apoya con regocijo en uno de los grandes pilares que la colman: son tan macizos y bellos en su simplicidad, que le hacen sentir un profundo sosiego.

    Sabe que soportan el coro abacial, pero es otro ´Coro` el que ahora nace en su interior.      

    Tan ensimismado está, que no advierte al principio el silencio de Michelle. 

   Incorporándose, la ve sentada en el suelo junto a otra de las columnas, un poco más allá de unos mosaicos que sobre el pavimento llamaron su atención días atrás. Acude junto a ella y se acomoda a su lado.   

    En medio de la calma que inunda el lugar, observa la curiosa forma y disposición de las piedras que conforman el piso sobre el cual se encuentran sentados en este preciso instante: una piedra redonda formando tres círculos concéntricos. 

    - «Aquí se encuentra el enclave físico de la Radiación del Arcángel Miguel.

    »Un Círculo de Protección y Perfección se extiende por todo el Monte, y Su Centro es el punto que señalan estas piedras».

    Tras un momento, continúa explicando con lentitud: 

    - «El círculo central está dividido en dos colores: uno blanco y otro oscuro, representando la batalla entre las fuerzas del bien y del mal, entendiendo el mal como la ausencia del Bien, claro. Y fíjate cómo de él parecen irradiar unos Rayos».

    Ahora sonríe:

    - «Por supuesto, ¡gana el Bien!».

    Michelle toma la mano de su primo: 

    - «Éste, precisamente, es mi Regalo de despedida».   

     Y, con un gesto de complicidad, los dos vuelven sus ojos al Foco Magnético que tan Amorosamente sustenta a la cripta, a la Abadía y a todo Mont Saint Michel. 

     La callada Música del Lugar envuelve sus Corazones y les otorga, en este último día que les queda para estar juntos, un Manto de Fe y de Protección, del Orden Divino que sostiene todo el Universo; un Soplo de firme resolución para seguir en cada momento de su vida el camino correcto, para comprender y expresar la Vida con la misma magnanimidad con que sienten que les ha sido dada.  

    Agradecidos, observan con minuciosidad la simbólica simetría de las piedras en ese fragmento del suelo. 

     Una íntima satisfacción va llenando sus conciencias y, juntos, deciden que es UN GRAN REGALO.  


FIN

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