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Más abajo tienes un VÍDEO con extractos del contenido

fundidos en una bellísima música y en hermosas imágenes


La historia, fotografía e imágenes y el correspondiente vídeo han sido creados por María José Moreno

Primera Narración de la Colección «Santivilla»

La música del Vídeo pertenece al espléndido compositor Juan Carlos García

 

Jornada I. La vida en Santivilla es armoniosa. Agradecidos al Sol por Su generosa entrega, cada día avanzan en su progreso espiritual aprendiendo, enseñando y aplicando.

 

***

Santivilla.  El remedio [Jornada I]

 

UNA JORNADA EN SANTIVILLA: UN DÍA CON CLARA…

Es temprano, pero aun así tiene que darse prisa. Esa mañana, nada más levantarse, la madre de Clara le ha pedido que de camino al instituto le lleve a una vecina el último remedio que ha elaborado para curarle de la tos persistente que le aqueja en los últimos días. Es un tarrito de cristal con una linda flor en su interior hecha de luz dorada y con chispitas de un verde brillante, que cuando se la mira multiplica su irradiación en danzantes lengüillas de Fuego Celestial.

Nada más salir a la calle, y tras un agradecido reconocimiento a la jornada que  se presenta, la niña hace brotar de su corazón leves ondulaciones de una luz apenas rosada que directas se dirigen a la casa de enfrente. Enseguida aparece en la puerta su amiga Iris que, como cada día sobre estas horas, espera su llamada; de su pecho ya aflora la coloreada respuesta de análogo matiz que ligera acude a fusionarse con el rosa generado por Clara.

- « Hoy salimos antes », apunta Iris mientras respira satisfecha la burbujeante atmósfera dorada que baña toda la calle. El Sol despunta apenas por la planicie lejana, pero ya se nota la creciente pujanza de Su Esencia.

- « Mi madre me manda a un recado. Pero primero vamos al Templo, ¿vale?»

. . .

Siguiendo una de las bellas cadencias que gobiernan sus vidas, diariamente inician sus actividades con la visita a ese lugar sagrado, uno de los diversos Templos que hay en Santivilla. Al llegar se descalzan y, tras franquear algunos pasillos y puertas, entran en su más sacrosanto recinto. Espacioso y lleno de una luz resplandeciente, se dirigen a las gradas que circundan el área central. Están hechas de puro mármol blanco, pero unos ligerísimos tapices individuales de color violeta señalan los distintos asientos, haciéndolos también más confortables. Cuando las dos niñas ocupan su lugar predilecto, en silencio saludan con la mirada a la estancia, a las personas dispersas que en profunda meditación allí se hallan y a la Llama que arde en el mismo centro de este gran salón circular. De los corazones de ambas amigas mana una suave luminosidad entretejida en los tres colores primordiales: el azul, el dorado y el rosa, que se va expandiendo en un delicado trinar y exquisita fragancia.

Ahora fijan con reverencia la atención en la Llama que sobre un pedestal de oro y cristal flamea radiante de color, perfume y musicalidad. Dos Seres Angélicos y cinco custodios humanos La rodean, sosteniendo y enriqueciendo Su Virtud a través de sus propios alientos. Lentamente Clara e Iris se sintonizan con Ella uniéndose en un único compás a la respiración general, a la vez que el color que emerge desde sí mismas se va igualando al de la Llama. Es así como diariamente alimentan ese Fuego que expande, tal si fuera un potentísimo faro, Sus rítmicas oleadas de Sustancia Divina por todo el pueblo y mucho más allá del mismo. ¡Es tan grandiosa!

En Santivilla los ciudadanos saben que hay otros muchos Focos de Luz en distintas partes de la Tierra, y saben que existen Templos mayores donde flamean Llamas tan potentes que ni siquiera pueden acercarse a Ellas más que ciertos Iniciados y Maestros; a Algunas incluso no se Las puede mirar directamente ni desde lejos, y son únicamente unos pocos Seres Ascendidos y un tipo de Devas los que Las mantienen ancladas en el lugar preciso para el beneficio del Planeta. Los santivillanos conocen la importancia de contribuir con las propias Energías al enriquecimiento y propagación de dichas Llamas, y es por eso que acuden asiduamente a los Templos.

En general son muy conscientes del Poder del Fuego Sagrado, y la mayoría suelen actuar de acuerdo a la Llama que desde lo más profundo de sus Seres late a cada instante: una corriente energética manifestándose a través de esencias lumínicas, aromáticas y sonoras. Cada expresión de sus mentes o de sus sentimientos es creada y sacada conscientemente de esa Sustancia-Luz; cada acto se alimenta y es guiado por ese Impulso inextinguible; sus cuerpos físicos son el resultado de la magnetización de partículas físicas que la Llama Espiritual modela con Su rítmica riqueza en cada célula, en cada fibra y función.

Para estas gentes la vida consiste sencillamente en aprender el correcto uso y aplicación de la Llama, plasmando en su entorno toda la belleza y plenitud, todo el amor que sienten fluir en su Espíritu, inspirándose en los Ideales de Perfección que desde las más altas Esferas fluyen hasta sus conciencias. La Triple Llama en sus corazones es la fuente inagotable que les permite hacer todo; cuando siguen fielmente Su Ímpetu originan a cada instante condiciones armónicas de abundancia plural en bienes de cualquier índole.

Sin embargo no todos actúan así. En el pueblo también viven algunas personas que por algún motivo no acaban de confiar completamente en su Fuente Interna. Sus creaciones y comportamiento a veces dejan bastante que desear, y aunque sienten la necesidad de hacer el bien y generar felicidad, las circunstancias que forjan no se ajustan a esos deseos. En general están demasiado pendientes de sí mismos; el temor al fracaso les distancia de una realidad palpable para los demás habitantes, la de que todos forman parte de un solo ´organismo´, de una sola entidad que en su pluralidad enriquece su capacidad expresiva.

. . .

Ya han salido del Templo. La vecina a la que llevan el remedio vive cerca del instituto, y cuando llaman a su puerta acude presurosa esperando el milagro que le pueda asistir. No sabe que la magia habita en su propio corazón, en su propia Llama, y que le bastaría con invocarla, con confiar en Ella, con amarla… para que la cura tuviera lugar. 

Cuando recibe el tarrito envuelto en los bellísimos girones de color generados por los sentimientos de las dos adolescentes, no es capaz de captar la luz ni el dulce sonido que mana de ellas; tan sólo nota ligeramente un sutil aroma que no sabe descifrar y, agradecida, fija apresuradamente la mirada en la hermosa flor que hay dentro del tarro.

Clara ya ha visto más veces esta reacción. Está acostumbrada a la asistencia que presta su madre a los necesitados, y sabe que es su propia ignorancia la que les mantiene presos en una espiral egocéntrica de limitación que se manifiesta en sus vidas en los diversos ámbitos. Comprende que al centrar su fe en el remedio llegan a atraer precisamente el Bien que buscan porque ACEPTAN que eso se lo proporcionará, sin darse cuenta de que en realidad no debieran necesitarlo. Pero son individuos que a lo largo de los siglos, por encarnaciones enteras, han llegado a confiar más en lo externo, perdiendo paulatinamente la conexión con las fuerzas interiores. Individuos que aún no han sabido sobreponerse a su equivocada perspectiva. La niña sabe que ese error ha de ir corrigiéndose poco a poco  a través del conocimiento y la experiencia; que el despertar a su verdadera naturaleza trascendental se irá dando a medida que se vayan entregando al mismo ímpetu de Realización presente en los demás convecinos, en el pueblo mismo, en el Sol que cada día otorga impersonalmente, sin distinción, Sus regalos de Vida…

Con el profundo conocimiento del color y de la Llama que tienen la mayoría de los ciudadanos de Santivilla, Clara advierte el porqué de que casi todos los remedios que elabora su madre contengan el color dorado de la Sabiduría; comprende que de ese modo intenta estimular y fortalecer el puente que les traiga un mayor entendimiento desde su propia  condición divina.

Con la voz y los ademanes, con la cálida y refrescante lluvia de luz que sobre la vecina proyectan, las dos amigas se despiden afectuosamente.

Prosiguen hacia el instituto, donde les espera otra mañana de aprendizaje reglado y de vital convivencia con los Instructores, individuos más elevados en conciencia que ellas. Unos son personas sabias y amorosas que ofrecen su saber para ayudar a los que aún no han alcanzado su nivel; otros son Seres ya liberados de su necesidad de encarnar, pero que por Amor vuelven para proyectar en sus conciencias un mayor Entendimiento de la Gran Ley de la Eternidad.

Con regocijo renovado, Clara e Iris continúan la mañana.


FIN

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