Otras narraciones Independientes

Más abajo tienes un VÍDEO con extractos del contenido

fundidos en una bellísima música y en hermosas imágenes


La historia, fotografía e imágenes y el correspondiente vídeo han sido creados por María José Moreno

Forma parte de un conjunto de Narraciones Independientes las unas de las otras

La música del Vídeo pertenece al espléndido compositor Juan Carlos García

 

Cuando supo que los pensamientos alegres visten a los electrones con hermosos trajecitos, decidió que los suyos siempre lucirían bellos. 


***

Vistiendo electrones  


     Era tarde  y tenía mucho sueño: «Los electrones ya se han puesto el pijama», pensó adormilado el pequeño.  

     Mamá le llevaba en brazos hasta su cuarto, y cuando lo hubo arropado acarició el brillante pelo y le besó con una sonrisa. Su ´buenas noches´ resonó remotamente en la conciencia de Tomi que, envuelto en una oleada de relucientes electrones, ya se alejaba; ellos también bostezaban enfundados en sus pijamitas blancos.  

      Desde la tarde en que su hermano Carlos le hablara de estas diminutas partículas, la percepción de todo su mundo había cambiado.      

      Ahora, con el corazón, solía verse envuelto en una finísima lluvia de pizquitas luminosas procedentes de un punto de Luz situado borrosamente por encima de su cabeza. Esto le aportaba seguridad porque sentía la vitalidad que le insuflaba. En el contacto de tan  grácil caudal notaba cómo esa Lluvia se mezclaba con su propio cuerpecito pequeño, con los pensamientos que le bullían en ese momento, con sus ganas de hacer  algo o de no hacerlo… ¡Y en dicha fusión el niño resplandecía! Advertía una afluencia de fuerza y claridad que le salía muy de dentro impulsándole en alguna dirección o calmándole si era el caso o, sencillamente, haciéndole sentir hondamente acompañado y querido.  

    Fue aquella tarde en el parque…, aquella en que su hermano le llevó a los columpios…  

    Balancines y sillitas, toboganes, cuerdas y trapecios chirriando en estruendoso concierto. Toda la zona central estaba saturada de otros niños y también de gente mayor, y a él no le apetecía sumarse; prefería permanecer tranquilamente sentado en un banco al lado de Carlos. En principio, este se había llevado un libro con la intención de leer mientras Tomi jugara; sin embargo, consciente del ánimo del chiquillo y respetando su actitud, solo hojeaba muy vagamente algunas páginas sin entregarse a la lectura.   

   Era esa hora en que los rayos de Sol parecen más dorados. Impresionado por un ´algo´ que iba mucho más allá del bullicioso entorno, Tomi contemplaba cómo la caricia de la dorada Luz sobre el césped ensalzaba su frescura bruñendo los colores de las florecillas plantadas en las inmediaciones. Ese ´algo´ vibrante tornaba el instante en un momento mágico para el niñito.

     Alertado por su prolongado silencio y el sereno semblante de su cara, el hermano cerró el libro y le observó largamente.    

      — « ¿En qué piensas, Chispi?». En casa le llamaban así tiernamente; pero viéndole ahora no parecía sujeto a ninguna edad… más bien aparentaba un estado atemporal. 

  — «Tato, ¿qué pasa con la luz?», indagó tenuemente.

   — « ¿Con la luz?», preguntó algo extrañado Carlos. « ¿Te refieres a la luz del Sol?».

    — «Mmmm…, sí…», y dudó: «Con la luz, con toda la luz…». En silencio, engañosamente parecía no esperar respuesta; pero no era así y Carlos lo sabía.  

   — «Fíjate bien, la Luz es la base de todas las cosas, de toda la vida». Mirándolo trataba de decidir hasta dónde podría entender. Puede que fuera demasiado pequeño para una explicación profunda, pero confiaba en su viva intuición y por ello resolvió esbozarle un soplo de la Verdad.  

    — « ¡En realidad todo está hecho de Luz!, son nuestros ojos los que no saben apreciarla completamente. Cuando miramos algo estamos viendo la Luz disfrazada, pero debemos educarnos en verla tal cual es.  

   »Sabes que reencarnamos una y otra vez; esto es hasta aprender a reconocer la Luz sin importar los disfraces que lleve puestos». Y sonriendo: «La Vida es Bella, Chispi. ¡Hay tanta Luz dentro de las personas, dentro de las cosas!». 

     Ilusionada, la sonrosada carita interrogó expectante:

     — « ¿Y cuándo vamos a aprender?».  

     Carlos lanzó una carcajada: 

     — «Eso mismo nos preguntamos muchos, jajaja. ¡También a mí me gustaría saberlo!».  

    Presionando cariñosamente su hombro añadió: 

  — «Con cada nacimiento aprendemos un poco más…; cada día  aprendes un poco más si lo deseas».

    Tomi asintió. En su familia conocían el proceso de la reencarnación y él lo aceptaba con esa naturalidad inherente a los infantes. Aun así dijo:

    — «Ya sé que nacemos muchas veces aunque no nos acordamos, ¡pero yo quiero saber si me llamaba Tomi en otras vidas!».   

     — «Bueno, creo que lo que de verdad importa es cómo te llamas en esta, y eso sí que lo recuerdas, ¿no es así?», y cosquilleándole festivamente los dos se desternillaban.   

  — « ¿Sabes?, a mí me parece que las cosquillitas también están hechas de Luz», apuntó entrecortadamente el pequeño mientras reía sin parar. 

    — « ¡Desde luego que sí!», le respondió el hermano en el mismo tono. «Como tú, Tomi, ¡tú también eres Luz!». Y redoblando las cosquillas siguió diciéndole entre risas: «Luz por aquí, Luz por ahí… ¡¡¡Luz, Luz, Luz!!!».  

     — «Tato, ¿y puedo brillar así como el Sol?», siguió preguntando algo más calmado.  

     — «Algún día. ¡Ah, Chispi!… ¡Chispita Solar!, ¡un pequeño solecillo!», exclamó.  

     »Como semillas solares despertamos a un Sol que desde lo alto de nuestra propia cabeza nos sostiene.  

     »Si lo deseas sinceramente aprenderás estas cosas y podrás sacar la Luz que ya vive en tu interior; llegarás a verla dentro y fuera de ti. ¡Mira, mira hacia arriba!»

   Señalando un punto ligeramente por encima de la cabecita del muchacho agregó: 

     — «Ahí está tu Sol, El que te da toda la Luz que necesitas. Nunca, jamás Se marcha; siempre está a tu lado». Y jovial apuntó hacia arriba de sí: « ¡También el mío reluce sobre mí!».    

     Con el rostro alzado y una amplia sonrisa el niño cerró los ojos. Deseó poder ver su Sol, pero se conformaba con sentirlo. Suspiró y preguntó tímidamente: « ¿Sol, estás aquí?».  

      Carlos dejó que ese momento penetrara en la conciencia del pequeño; luego recalcó:   

 

     — «Nunca lo dudes, Chispi. ¡Él siempre está ahí asistiéndote!, tanto si es para que pienses como para que hables, o cuando das algo o cuando lo tomas, o comiendo o durmiendo o jugando, o al mirar o al reír… Tú eres Su hijito querido, por eso te da la Luz que precisas para el montón de cosas que haces durante el día y también durante el sueño».  

 

     — « ¡Ah!», asiente conmovido. Luego mira los jardines y la luz solar incidiendo en los parterres:  

 

     — «Tato, ¿de qué manera me La da?, ¿Me trae rayos como pasa con las flores?».  

     — «Te inunda de puntitos de Luz muy, muy chiquititos, ¡tanto que lo normal es no verlos! Algo así como esa lluvia suave que te cae y te va calando; pero esta es de Luz e infinitamente más fina… ¡Te hace sentir tan bien! Penetra hasta adentro y te rodea y te cubre. Es como cuando mamá te ducha y el agua te envuelve, ¡pero mucho más aún!».   

   — « ¡Sí!, ¡y yo cierro los ojos para que no me entre agua!», exclamó entusiasmado. « ¡Me gusta mogollón!». Miró al hermano: « ¿Así son los puntitos?, ¿como gotitas de Luz?».  

 — «Eso es, ¡pero minúsculas! Se llaman ´electrones´, aunque estos son unos electrones de una clase muy especial».  

  Calló y esperó risueño ante los esfuerzos de Tomi que intentaba pronunciar la palabra correctamente. Por fin lo logró imprimiéndole una articulación de lo más contundente y miró desafiante a Carlos: «E-leeccc-trroo-nes».   

   Con ternura, Carlos continuó explicando: 

   — «Realmente son el cuerpo de ese Sol que está justo arribita de ti aunque no puedas verlo»

   Y añadió:

   — « ¿Sabes que cada vez que piensas vistes con una prenda distinta a  los puntitos de dentro y  de alrededor tuyo?».

    — « ¿Síii?», exclamó, « ¿como cuando elijo poner a mi muñeco pantalones o bañador?».    

    — « ¡Pues igual! Cuando tus pensamientos son alegres, entonces los electrones se visten con colores radiantes; pero si son tristes, también sus vestiditos lo serán. Todo lo que haces o lo que dices o lo que imaginas les cubren con la ropita acorde a eso mismo; por ello, cuantas más cosas hermosas sientas, más lindos serán sus vestidos».

     Quedó pensativo:

  — «Quiero aprender a vestir a mis electrones con ropas bonitas, tato».  

 — «Pues ya sabes», dijo Carlos, «intenta imaginar siempre qué ropa llevan, y si no te gusta, ¡cámbiala! Vístelos siempre con bellos trajes, porque así estarán contentos».   

    Desde aquel día Tomi se ocupó de que sus electrones siempre fueran guapos, y si se sentía triste  atraía hacia sí la alegría que tornara los opacos trajes en otros brillantes.  


FIN

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